Todos sabemos lo que es el miedo. Lo hemos experimentado en incontables ocasiones: esa sensación de indecisión y vulnerabilidad cuando percibimos una situación de peligro, ese “ponerse los pelos de punta” cuando estamos frente a una amenaza o cuando recordamos lo que hemos pasado y estado a punto de sufrir.
El miedo es una emoción necesaria, primaria, que nos advierte de los peligros. Se relaciona con la ansiedad y se manifiesta en todos los animales, ser humano incluido.
Pero hay una mujer, de la que hemos sabido recientemente, que no lo conoce y no lo ha experimentado jamás; no sabe, literalmente, lo que es el miedo.
¿Valentía o trastorno?
Sigmund Freud definió, desde la psicología, el miedo real y el miedo neurótico; el real existe al haber una correspondencia entre la emoción y la amenaza, y el neurótico ocurre cuando la intensidad del miedo no tiene relación alguna con el peligro.
Sin duda en nuestras vidas hemos sentido todo tipo de miedo: a perder a alguien, a la oscuridad, al fracaso, a fantasmas, a sufrir… miedos racionales o irracionales.
Para esta mujer, a quien llamaremos SM, no existe ninguno. No ha sido entrenada por la CIA, ni por el MI6 ni por el Mossad. Es una mujer de inteligencia promedio, con tres hijos, de cuarenta y tantos años de edad que, simplemente, no puede experimentar el miedo. De hecho, no puede ni siquiera explicar el concepto.
Desde pequeña sufre de un trastorno llamado “enfermedad de Urbach-Wiethe”. Este trastorno aqueja a alrededor de 350 personas en todo el mundo y consiste en una extraña mutación del cromosoma 1. En el caso de nuestra mujer, y en el de otras 10 personas que la sufren, esta condición genética ha hecho que partes de su cerebro se endurezcan y atrofien, como su amígdala.
La amígdala, nuestra guardiana
Tiene el tamaño de una almendra y forma parte de lo que se conoce como cerebro profundo, donde rigen las emociones más básicas como la rabia, el instinto de supervivencia o el miedo; está en la profundidad de los lóbulos temporales y es parte indispensable del sistema límbico, pues procesa nuestras reacciones emocionales.
La amígdala es quien nos avisa que debemos correr al ver un peligro, quien manda la orden al cerebro para disparar la adrenalina y prepararnos para la acción, quien nos indica que cerremos los ojos al ver una película de terror, como El exorcista.
Cuando no tenemos a nuestra guardiana cuidándonos muchas cosas nos pueden pasar.
A SM, por ejemplo, su marido la golpeó brutalmente; fue objeto de tres atracos, uno con arma blanca y los otros dos a punta de pistola; ha tomado pésimas decisiones financieras y ha perdido sumas importantes de dinero, y no sintió miedo nunca.
Su memoria y sus habilidades de lenguaje y percepción son buenas pero es incapaz de prevenir el peligro. ¿Y sabes qué? Tampoco reconoce las expresiones faciales de miedo en los demás.
Hablemos de ciencia
Desde hace, aproximadamente, 20 años ha estado bajo el microscopio médico, y desde hace 6 bajo los cuidados del neuro psicólogo Justin Feinstein, del Instituto Tecnológico de California, quien insistentemente ha tratado, en vano, de asustarla. Probó haciéndola ver maratones de películas de horror, y nada. Incluso la llevó a una tienda de mascotas, pero tuvieron que intervenir porque trató de acariciar a tarántulas y serpientes.
El miedo tiene que ver con cautela y ella no da muestras de tenerla.
Los expertos estudian su caso y la relación de la amígdala con los traumas. SM tampoco da muestras de problemas emocionales por todo lo que ha vivido, lo que hace pensar a los expertos en un posible tratamiento para quienes sufren del síndrome de estrés postraumático (como los veteranos de guerra, quienes sienten reiterados ataques de pánico).
Tal vez parezca atrayente no sentir miedo de nada, pero para sobrevivir es necesario. Y como reza el dicho: “ser valiente es vencer el miedo”. La temeridad muchas veces se paga caro.
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