viernes, 6 de marzo de 2015

La descabellada historia de la isla de Sark.
La Isla de Sark es ese puntito que apenas se percibe en los mapas. Cinco kilómetros cuadrados de isla, situados en el Canal de la Mancha, entre Francia y Reino Unido, donde se suspende un pedazo de tierra orlado de flores, donde el tiempo se ha olvidado de llamar a su puerta.
Quizá por ello, por su extrañeza y peculiaridad, ha experimentado los eventos más estrambóticos que puedas imaginar, desde una invasión hasta el súbito intento de proclamarla paraíso fiscal por parte de dos hermanos millonarios. Pero en realidad la Isla de Sark es el último estado feudal de Europa, una región visitada por turistas por una única razón: se dice que es el mejor rincón del mundo para ver las estrellas, debido a su aislamiento y su inexistencia de contaminación lumínica.

El último feudo de Europa: la Isla de Sark

La isla de Sark, cuenta con una única carretera. Pero por ella, no pueden circular coches, sólo bicicletas y caballos. Una delicia arquitectónica construida por prisioneros alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, donde solo se escucha el trinar de los pájaros y el viento alborotando los árboles. Esta vida pacífica es lo que siempre han buscado sus casi 500 habitantes, acostumbrados a recibir algún turista de vez en cuando, algún visitante en verano, que únicamente desea pasar la noche al raso para ver las estrellas.

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La paz de la Isla de Sark se vio enturbiada en los años 90, cuando intentaron invadirla a la fuerza. Y
fue un solo hombre: André Gardes, un tipo al que debían temer a pesar de no disponer de un ejército, porque era un físico nuclear en paro, ataviado con una semiautomática y muchas amenazas. Pero en un descuido, justo cuando estaba sentado en un banco tomando el sol arma en mano, fue detenido por dos valientes policías de la Isla de Sark, frustrando esa temible invasión.
Por si este ataque no hubiera sido bastante, unos años después sufrieron una nueva ruptura en la tranquilidad de sus tierras. Los propietarios del famoso “The Daily Telegraph” los multimillonarios hermanos mellizos, David y Frederick Barclay, quisieron convertir la isla en un paraíso fiscal. Un nuevo rincón con el cual evadir impuestos y, a su vez, convencer a sus habitantes de que también ellos se iban a beneficiar. Convertirían la Isla de Sark en todo un mundo de maravillas, avances y comodidades.
Pero ¿no era ya la Isla de Sark un paraíso para sus habitantes? Semejante locura fue detenida de inmediato por John Michael Beaumont, el auténtico Señor Feudal de la isla. El último gran señor feudal de Europa y propietario de una isla. Fue su abuela quien se la cedió y, haciendo homenaje a tal honor, no iba a permitir que la calma de más de 400 años se viera mancillada por los hermanos Barclay. Es más, la isla está dotada aún de arcaicas leyes que hacían muy difícil el reconvertirla en paraíso fiscal.
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Carretera de la Isla de Sark
Como dato interesante te diremos que el señor Beaumont es en realidad el “Seigneur de Sark” cabeza del gobierno feudal de la isla y depositario aún de esas leyes que fueron establecidas en 1565. Entre las cuales se encuentra una ley que, te sorprenderá saber, lo convierte en la única persona con derecho a poseer pichones y palomas. Aunque, obviamente, debido a lo “caduco” de esta imagen la política en la isla está muy democratizada y todos los temas legales dependen, en realidad, de lo que se conoce como el Chief Pleas, una especie de parlamento local compuesto por unas 40 personas de la isla. Hasta hace muy poco se seguía la clásica idea de que “No existen en realidad propietarios libres, ya que toda la tierra es un feudo otorgado a perpetuidad al seigneur“, pero afortunadamente, llegado el 2008, este régimen feudal fue finalmente abolido, aunque la sombra de ese pasado sigue pesando demasiado…
De ahí, que nadie se haya atrevido más a invadir la isla ni a convertirla aún menos, en un refugio para evadir impuestos. La vida en este rincón del mundo debe permanecer con la calma de siempre, con su equilibrio original. Sin coches, sin los sonidos de la civilización y sirviendo únicamente como idílico refugio para contemplar las estrellas.
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En la Isla de Sark no circulan los coches



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