viernes, 6 de febrero de 2015

AOKIGAHARA, EL BOSQUE DE LOS SUICIDIOS EN JAPÓN.

El bosque de Aokigahara y la fatalidad parecen ir históricamente de la mano en este singular escenario en la falda del monte Fuji. No es responsabilidad nuestra juzgar el por qué una persona elige el suicidio como respuesta a los problemas de la vida, pero no por ello dejamos de ver con tristeza y consternación cómo el bosque de Aokigahara se ha convertido, con los años, en una especie de siniestra peregrinación para toda alma herida. Para toda persona que no ve solución al dolor de su vida y, simplemente, elige una cuerda y un árbol cualquiera de Aokigahara donde dar fin por siempre a su existencia. Terrible, sin duda.

Aokigahara, tierra de demonios

El nombre de Aokigahara aparecía ya en numerosos poemas en la antigüedad. Conocido como “el mar de árboles”, este lugar no dejaba de tener cierta belleza, cierto misticismo milenario donde el monte Fuji ha sido siempre su regente, su vigía expectante. Él, quien le dio vida a través de varias erupciones que originaron finalmente este bosque de 35 km cuadrados.
En todos esos viejos poemas ya se hablaba de las “presencias”. De seres demoníacos que habitaban en la penumbra. En las cortezas de los árboles. Llegada la época feudal, la leyenda dio paso a una horrenda realidad. La hambruna, la miseria y la desesperación hizo que muchos niños y ancianos fueran abandonados allí a su suerte. La muerte les recibió en el bosque con los brazos abiertos. Nadie sobrevivía en Aokigahara. Era frecuente encontrarse ya en aquella época con los cuerpos de numerosas personas que habían fallecido de inanición o de enfermedad. Una dura realidad que no hizo más que dar más brillo a la leyenda, ofrecer más sustrato a un bosque que, al parecer, siempre estuvo habitado por esa estela de lo extraño y lo maligno.
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Llegados los años 60, se dio una vuelta de tuerca aún más inconcebible al bosque de Aokigahara. Era el lugar donde muchos japoneses elegían ir para quitarse la vida. Pero, ¿por qué razón? Es una pregunta que clama una y otra vez en nuestra mente, aunque las razones parecen tener un origen singular a la vez que práctico.  Aokigahara queda muy cerca de Tokio. No es más que un simple paseo donde llegar finalmente a un escenario tranquilo, un lugar sereno donde poner punto final al rumor doloroso de la vida.
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¿Quieres conocer otra razón? Suicidarse Aokigahara es gratis. Así es. Si eliges, por ejemplo, hacerlo en Tokio tirándote a las vías del tren o incluso en tu propio garaje o en la bañera, ocasionarás unos gastos elevados con los que habrá de cargar tu propia familia. En cambio, hacerlo en un bosque es gratis. Una escabrosa realidad que ha hecho que en los últimos 40 años el número de cuerpos encontrados en Aokigahara sea muy elevado. ¿Un ejemplo? En el 2002 fueron 78 los cadáveres encontrados.
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Si alguna vez te arriesgaras a adentrarte en este bosque, a medida que fueras avanzando en su espesura, te sorprenderían dos cosas. La primera es la atmósfera que allí se respira. Opresiva e incómoda. Se dice que esa sensación es debida a los campos magnéticos que allí se concentran. Quién sabe, pero la sensación es patente e incómoda. La segunda cosa que te llamará la atención es la cantidad de basura escampada en el suelo. Aunque más que basura, son en realidad efectos personales: zapatillas, carteras, fotografías… pertenencias de todos aquellos que eligieron poner fin a su vida en el bosque.
A día de hoy son 300 los operarios que trabajan en Aokigahara. ¿Su función? Patrullar el bosque cada día para recoger posibles cuerpos que cuelguen de las ramas de los árboles y prevenir que no se den más suicidios. De ahí que gran parte del bosque esté cercado por numerosos carteles escritos en japonés e inglés con las siguientes palabras:
“Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo”.
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